La historia de ella

No lo podía creer, tan sorprendido estaba que su boca dibujó una mueca ridícula en su rostro. Ella se encontraba desnuda a solo dos pasos de él. Y era tan imperfecta que lo tenía hechizado.

La había visto en la banca del pasillo cientos de veces, leyendo desde su "tablet", ella amaba leer, pero como dulcemente decía :

-soy pobre, sólo puedo leerlos así-viendo su cara regordeta le sonreía de manera comprensiva.A decir verdad todo en esta chica era regordete. Medía alrededor de metro y medio, tal vez unos 8 centímetros más, pero pesaba mucho más de lo que su estatura debería soportar, a pesar de esto, cada curva de su cuerpo era sugestiva. La piel morena, quemada por el sol, su piel tenia muchos lunares, oscuros, pequeños, y el vello oscuro en sus brazos siempre esta peinado:
- hace que se vea mejor cuando los peino- le había explicado una vez, cuando  se untaba loción, la avergonzaba parecer un mono le explicaba, así que esta es manera de mantenerlo lindo.Tenia el cabello oscuro, apenas le llegaba debajo de los hombros, lo que hacia destacar sus amplias mejillas, sus ojos medios rasgados era descaradamente coquetos, aún más cuando sonreía, parecía que sus ojos jugaban a las escondidas cada vez que sonreía. De vez en cuando enmarcaba sus ojos con lentes.Tenía un rostro agradable.

La primera vez que la vio lo hizo involuntariamente, escuchó una risa estridente, fuerte, vivaz. Se suponía que las niñas no se debían de reír de esa manera tan escandalosa, lo que lo impactó más cuando observo su rostro. La chica le pareció vulgar y sin clase, pero cuando sus miradas se cruzaron ella le sonrió, escondiendo mágicamente sus ojos. Le pareció graciosa, casi como una caricatura, casi como una mofa de si misma.
Cada mañana que llegaba al edificio llenos de tiendas, de puestos, este carnaval comercial, saludaba alegremente con un buen día, ella lo saludaba.De repente, luego de dos semanas de buenos días, sonrisas coquetas, durante el almuerzo. Ella le hablo:

- Si la seriedad fuera un delito, definitivamente, no habría ninguno abogado que lo pudiera defender- le dijo con voz cantarina, mirándolo divertida y expectante. Estuvo tentado a contestarle, pero pensó que sería darle demasiada importancia.- Que tenga un buen día- concluyó la chica y se dirigió a la banca del pasillo, al parecer después de devorar su almuerzo casero, se sentaba a leer.

-No soy serio- le contestó-  soy mas bien reservado, pero no creo que usted este acostumbrada al término

- Disculpe,¿ me dijo algo?, estaba leyendo, me desconecto de todo cuando leo. Tengo que poner una alarma para que me saque de "letralandia"- hablaba rápido, riéndose. Él se dio cuenta que la gordita no era tan tonta, por lo menos sabia leer. Le explico de nuevo en el mismo tono que no era serio.
Ella rió tan fuerte- Si, claro, tiene razón- le respondió-no estoy acostumbrada al término, me refiero, no lo aplico en mi vida, tal vez soy el resultado de no reservarme nada. Dijo señalando cínicamente todo su amplio cuerpo.

-Claro, lo puedo notar- dijo él. Ella lo vio y le volvió a sonreír, para volver a leer, sin antes declararle lo que  realmente pensaba de él con un adjetivo que no olvidaría.
-Idiota.

Ella siguió saludando todos los días en la mañana y en la noche se despedía de cada puesto comercial. Era insoportablemente sociable. Lo peor, sus horas de almuerzo coincidían y siempre la veía leer en la banca del pasillo. Ese día, el día en que él la miró detenidamente, la chica lloraba en la banca, silenciosamente, sus lágrimas bañaban sus mejillas, haciendo su pequeña nariz enrojecer. Ella miraba la pantalla del maldito aparato que sostenía enfrente. Él se sorprendió observándola mientras limpiaba sus lágrimas con su descuidadas manos, él suspiro, tenía que cruzar el pasillo para llegar al área de comidas, pero verla llorar por primera vez, lo hizo detenerse.Luego ella suspiro mientras levantaba la vista al techo y sonrío, a esta loca chica le encantaba sonreír y reírse sola, estaba claro, ella tenia serios problemas psiquiátricos. De repente sintió un escalofrío extraño, la loca hermana perdida del Guasón, lo observaba. Cuando sus miradas se cruzaron ella, infantilmente, le sacó la lengua y haciendo algo gracioso con sus ojos, un ademán de desdén. Aquello en lugar de indignarlo, le sacó un sonora carcajada, ¿ella lloraba y luego lo encaraba con mohines y pucheros?.

- Lo siento, sé que soy un idiota, serio y reservado, pero ya esta mayorcita para pelear así,¿no cree usted?- le dijo como sermoneando a un niño
- solo tengo 24 años- le respondió ella agraviada
- lo que me da la razón de que ya esta muy grande para esto- aseveró él, era mayor que él por un año.
- No soy grande, solo mido 1,58- le dijo ella sonriendo. El negó con la cabeza y sonrió- Ves, no es tan serio como parece- señaló ella ante su sonrisa
- No, solo soy..-
- Reservado- concluyó ella- si ya me lo había dicho,dos veces,me quedo claro. Ella miro sobre sus gafas cuando lo dijo con cierto aire de superioridad.
- ¿Porque una chica de 24 años llora en una banca a la hora del almuerzo?- le preguntó, con sincera curiosidad.
- Es este libro que estoy leyendo, me hace sentir fea y miserable- le respondió ella gimoteando.
- y ¿para que lo lee entonces?- le dijo él algo divertido
-Porque merece ser leído, aún cuando la escritora solo le de finales felices a las chicas de ojos grandes, pelo largo y ondulado- dijo haciendo un ademán al rededor de su cabeza- Y por supuesto, con cuerpos bronceados y torneados- bufó-como si acá existieran esas mujeres!- Dijo frunciendo sus labios, haciendo que labio inferior sobresaliera.
- Deberías leer libros donde la protagonista sea como tú- le dijo tratando de no reirse ante la graciosa cara de la chica.
- Esos libros no se venden, ¿leería un libro sobre una muchacha de veinte y tantos, con sobrepeso, enana?. No lo creo, a menos de que la chica adelgace en alguna parte de la historia. Me dijo molesta.
- Pienso, que deberías cambiar de genero literario, entonces- le aconsejó.,
- Si, o empezar a hacer dieta, pero a quien queremos engañar, yo no soy reservada- le dijo sonriendo. Algo estaba claro, esta gordita sonreía de manera increíble.

Luego de ese día hablaron más seguido. Ella le confesó que él le parecía atractivo solo por se alto. "Que chica más directa" pensó, pero luego recordó que medía 1,87, lo cual estaba muy por encima de la media, su piel blanca, casi transparente, sus facciones cinceladas, contrastaban con su gruesa nariz, sus labios eran llenos, pero no exagerados, tenia un cuerpo muscular, él sabía que se veía bien "del cuello para abajo"- le había mencionado divertida la pequeña morena atrevida con la que compartía, desde hacía una semana 15 minutos en el almuerzo.

-Bueno, vos te ves bien del cuello para arriba- le respondió él.
-Sí, ese es mi encanto-  dijo ella, revoloteando sus pestañas.Él se rió. Ella aprisionaba su labio inferior, entre sus dientes para luego sonreír, siempre lo hacía cuando él reía.

Su boca, esa irreverente boca, pensó un día luego de que ella soltó un sonoro "Hijueputa", luego de quemarse con el café.

-Señorita!-  le llamó la atención.
-Perdón, pero hasta las señoritas putean de vez en cuando, sobretodo cuando se queman la lengua- Le dijo ella, un poco apenada. Había algo increíble en esta muchacha se sonrojaba, a pesar de tener la piel morena, mulata, se podía ver cuando se sonrojaba. La hacía ver delicada como una manzana de agua. Una redonda e irreverente manzana de agua. Bueno tal vez no una manzana de agua, pero si algo redondo y jugoso, como una cereza.

El día en que ella lo beso fue el día más raro del mundo. Había pensando en esa boca últimamente, tenía unos labios insinuante, seductores, apetecibles. Pero cuando ella cerró la distancia entre ellos mientras le sostenía picara la mirada, el solo sonrió. No tenía que haber sonreído, pero se le pego la maña. Ella lo tomo como un sí y sin más, sus labios habían sido acorralados por los de ella. "Mae!", pensó. Sus labios eran dulces, literalmente dulces, suaves y realmente exigentes, ella tomo su rostro, él deslizo su mano detrás de su cabeza, ella abrió un poco más su boca, y ahí estaba, un beso profundo y delirante. El mejor beso que le han dado en la vida. Cuando logró respirar y abrir los ojos, se encontró con esos ojos coquetos y sugerente. No podía determinar como esta chica lograba ser tan confiada y atrevida. Tenia sobrepeso, todas las gordas que conocía eran calladas, chimbaronas, mandonas y para nada como ella.

Pero nada importo porque luego de ese hecho, los 15 minutos de conversación, pasaron a ser una sesión de 30 minutos de besos. No duraron muchos días para definir su casa como el lugar de encuentro para acabar lo que varias sesiones pasionales habían empezado.

Salían a la misma hora, se fueron en su carro, ella se veía muy nerviosa, se mordía más seguido el labio y se reía más duro, como para animarse y no huir. A él,le sudaban las manos, era la primera vez que se acostaba con una gorda. "¿ cómo llegué hasta aquí?, pensaba, pero luego veía esos ojos rasgados viéndolo desde abajo, esa expresión que  la hacía parecer inocente y se rendía.

-¿lista?
- Sí- le dijo dando un saltito en su asiento.

Le tomo la mano, la dirigió adentro. Cerró la puerta,solos en el interior se vieron, callados, esperando al otro. La sorprendió dando el primer paso. No supo como y cuando, pero  su desnudez lo sorprendió, recorrió la mirada sobre su cuerpo, sus piernas eran bonitas, sus muslos eran gruesos con celulitis por encima de las rodillas, tenia una área de piel irritada por la depilación en los muslos, los cuales se tocaban cerca del terso monte entre sus piernas. Su abdomen y cadenas estaban enmarañados entre estrías. Sus pechos como conos miraba cada uno al lado que quería, los adornaban dos o tres estrías y unos cuantos lunares, un lunar en especial estaba entre ellos como un arbitro dirigiendo un encuentro entre titanes. La evidente diferencia de color entre su piel cubierta y la expuesta parecía vestirla. No lo podía creer, tan sorprendido estaba que su boca dibujó una mueca ridícula en su rostro. Ella se encontraba desnuda a solo dos pasos de él. Y era tan imperfecta que lo tenía hechizado.

Ella extendió su mano y él, como un niño perdido  se aferró a ella, para caminar hacia su hogar, hacia su casa, hacia ella. Hacia su historia, donde no importaba su cuerpo, sus ojos, solo ella. Por fin una historia donde había un final feliz, tal cual era, sin tener que adelgazar en alguna parte

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