En el rocío.

Ella recibió sus palabras como las plantas el rocío, con gratitud. Era vida, de nuevo vida a su cuerpo, a su sueños y sedante para el dolor. Ella recibió sus palabras mientras su cuerpo recibía su tacto.

El lunes se reportó enferma, no podía enfrentarlo, por lo menos no todavía, menos después de un sábado y domingo llorando, comiendo helado y viendo anime (los más tristes de su colección), en resumen un fin de semana para revolcarse en su dolor. Así que decidió que ese lunes se iba a cortar y teñir el cabello estaba harta del rojo quería volver al negro, cambiar su maquillaje, comprar nuevos lentes, unos cuantos zapatos nuevos tampoco le hacen daño a nadie y comprar más libros. La dieta no fue parte de su plan de cambio, pero decidió entrar en un curso de Karate, necesita matar la energía sexual acumulada. Prometió guardar celibato, no iba a volver a enamorarse, necesitaba recuperar su fuerza, confianza. Bueno seamos sinceros más que recuperarla, necesitaba fuerza y confianza.

El martes llegó más rápido de lo esperaba, Ricardo le sonrió cuando cruzó la puerta.

-Buenos días Lu, te ves muy linda y mejor al parecer.
- Buenos días Ricardo- le respondió sonrojada
- Ayer te oías mal, pero el enfermarte te luce- dijo mientras le guiñaba el ojo

Lusiana por poco y sonríe, pero solo se sonrojó un poco más que ante. No sabía si podía sonreír otra vez, le parecía muy difícil, pero Ricardo no se dio por vencido. Se acercó a ella, olía delicioso, como a frutas, flores y dulces. Le acomodó un negro mechón rebelde detrás de la oreja.

- Lo único que falta es esa sonrisa que mantiene el presupuesto de la tienda a flote- le dijo mirándola expectante. Ella decidió complacerlo, el había permitido ausentarse sabiendo que no estaba realmente enferma y le regalo la sonrisa más sincera que tenía en ese momento.
- Ves, ahí esta la mitad de esa sonrisa, conforme pase el tiempo vamos a recuperarla, no sea que las ventas bajen!- dijo en tono exageradamente drámatico, lo que hizo que Lu dejará escapar una risita y volteará un poco los ojos divertida.
- Dios nos libre!- le respondió en el mismo falso tono. Ricardo sonrió. Y empezaron la rutina de ese día, y como si el cielo los hubiera escuchado los clientes empezaron a llegar. Lusiana tomo su porte más profesional y su sonrisa autómata surgió con cada acuerdo cerrado.

El día pasó tan rápido, la tienda había tenido tanto movimiento que habían tenido que almorzar ahí mismo, Ricardo se encargó de ir a comprar el almuerzo. Decidió que evitaría que Lusiana viera a ese tipo a toda costa. De poder cambiar la ubicación de la tienda lo hubiera hecho, porque la Imprenta donde Otto trabajaba quedaba a 3 puestos de la tienda y camino al areá de comidas, así que no, Lusiana se iba a quedar en la tienda y él iba por los almuerzos, sin discusiones de por medio se hizo un acuerdo tácito.

Con lo que Ricardo no contaba era que Otto buscaría a Lu, solo estaba esperando el momento oportuno, es decir, cuando Lu estuviera sola, y así lo hizo, mientras Ricardo iba por la comida Otto aprovecho para ir a la tienda. La vio detrás de la caja registradora, ella escribía en una hoja y parecía estar haciendo cálculos, el aprovecho un momento para estudiarla, se veía más niña con el cabello negro, las mejillas parecía tenerlas más sonrojadas, pero Lu levantó la vista, sus miradas se encontraron, todo en el cuerpo de Lusiana dolía, le dolía verlo, le dolía respirar, sobre todo le dolía el enojo de sentir tanto dolor por alguien que no la amaba, por alguien de quien estúpidamente se enamoro.

Otto avanzó hacia ella, pensaba saludarla, pensaba decirle que se necesitaban hablar, pensaba que tal vez si la alcanzaba, si tan solo le pudiera acomodar ese rebelde mechón detrás de la oreja ella le sonreiría como siempre, pero Otto se olvidaba que pensar o planear no es lo mismo que hacer.

-Buenas Tardes, bienvenido, en que puede servirle?- la voz se Lusiana tenía un tono  monótono, vacío y totalmente profesional.Su mirada era impasible. Su postura la hacia ver más alta, más fría y muy lejana.
-¿En serio? , ¿Así van hacer las cosas entre nosotros?- su voz revelaba lo aturdido, consternado y al parecer dolido que estaba, pero Lusiana había convertido todo su dolor en un escudo que la protegía de él.
- La única razón por la que usted vendría a la tienda es para adquirir alguno de nuestros productos, o anunciar alguna rebaja en la imprenta, o tal vez para hablar con mi jefe- el tono gélido de su voz parecía penetrar en lo profundo de Otto.
- No, creo que la única razón sería hablar con vos.
- ¿Hablar conmigo?, lo siento caballero, no creo que tengamos algo que compartir - le contestó, mientras bajaba la vista para completar los cálculos que realizaba.
- ¿Hubieras preferido que te mintiera?- le respondió con una sonrisa llena de derrota. La pregunta la tomo por sorpresa, sinceramente no lo sabía,  no había pensado en esa posibilidad, pero estaba más que segura de lo que esperaba de Otto.
- Hubiera preferido que...-
- Buenas tardes, ¿le puedo servir en algo caballero?- la voz de Ricardo sonaba profesional pero tenía un deje de incomodidad. Lusiana dejo su respuesta a medias, bajo la mirada y enrojeció ante la mirada de escrutinio de Ricardo.
- No, gracias, solo quería hablar con Lusiana-la falsa actitud pasiva de Otto no disminuyó la tensión que se sentía con los tres en la tienda, podían cortarla y repartirla para atraer a la gente deseosa de drama.
- Lusiana, ¿porque no vas almorzar mientras yo acompaño al caballero a la salida?

Como si se tratará de un comando automático, Lusiana camino a Ricardo, tomó su almuerzo y se dirigió de nuevo a la bodega, parecía que Otto era invisible, el único objeto en el campo visual de Lu, era su almuerzo y la puerta que la dirigía lejos de tanto conflicto. Ricardo le hizo un ademán a Otto, parecía tan alto y frío que solo logro estremecer aún más a Lu, la hizo caminar aún más rápido.

-Pero ¿quien se ha creído?- la voz de Otto retumbo en la tienda, hizo a Lu detenerse y voltear hacia ellos.
- ¿Quién me he creído?- le preguntó molesto Ricardo- Señor, viene a mi tienda, incomoda a mi compañera y me pregunta quien me he creído? JA! por favor, no me gustaría una escena aquí si gusta resolver este asunto, le parece luego del trabajo, ahí con mucho gusto le diré quien me he creído.
- Ricardo, no, por favor- la voz quebrada de Lu, sacó a Ricardo de la nube de ira que lo rodeaba. Pero como se atrevía este tipo a venir a buscarla en horas de trabajos, acaso era estúpido?. Una cosa era romperle el corazón a una chica y otra echar a perder su carrera laboral, ese tipo de asuntos no debian mezclarse, y Ricardo lo sabía bien, lo había aprendido de la manera más cruel. Recobró su entereza, volteó hacia Lu y le sonrío. pero ella se veía asustada, dolida, pero asustada
- Tanquila Lu, no voy hacer nada, ¿ok?, quita esa carita, ¿si?- le dijo con un tono que se utiliza para tranquilizar a los niños, porque Lu era como una niña, una niña asustada que necesitaba que alguien le dijera que no hay monstruos debajo de la cama. Lo que Ricardo  olvidaba es que Lusiana era una mujer, una que había tomado un decisión: olvidar a como diera lugar y que ya había acabado con todos los monstruos debajo de su cama.
- Vamos a almorzar, el caballero puede encontrar la salida el solo, ¿cierto?- volvió a ver a Otto con una mirada tan autoritaria, casi retándolo a decir que no, esa aura de valkiria la rodeaba otra vez y extendió su mano a Ricardo con una mirada conciliadora.
- Cierto- respondió Otto- pero esto no ha terminado, luego del trabajo...
- Luego del trabajo cada quien va a ir a su casa, a descansar y prepararse para el día siguiente, después del trabajo cada quien va a volver a su rutina, cada quien se va a olvidar  de todo, porque eso es lo que los adultos hacemos, entendido?- Lusiana hablaba como una madre que corrige y se encarga de acomodar las locas ideas de dos niños que discuten por un juguete, llena de autoridad y tan conciliadora. Los observo a ambos- Que tenga buen día caballero, gracias por su visita.

Se dio la vuelta, siguió su camino a la bodega, espero a Ricardo, cuando finalmente él entró, dejó salir un suspiro lleno de alivio.

- Creí que iban a acabar con la tienda y que todo mi esfuerzo por ordenar y limpiar se iba a ir al carajo- le dijo intentando aliviar la tensión.
- Te aseguró que lo hubiera inmovilizado en dos movimientos- le dijo con una media sonrisa llena de autosuficiencia
- Claro! pero no quería arriesgarme- le dijo mientras le guiñaba
- ¿Estás bien?-la preocupación en la voz de Ricardo era notable y la sorpresa del rostro de Lusiana era más que evidente. Pero hacia mucho tiempo nadie le preguntaba si estaba bien y ella tenia el deseo de contestar honestamente, es más tenía la necesidad de contestarle sinceramente.
- No- le dijo, esa pequeña palabra, tan llena de honestidad le dio libertad en ese momento. Ricardo camino hacia ella, y la envolvió en un abrazo.
- Sos la mujer más valiente, más lista, más fuerte y sobretodo con la sonrisa más linda que conozco- le dijo mientras le acariciaba el cabello- Sos digna de amor, de respeto y creo que él se dio cuenta del error terrible que cometió al perderte- la separó un poco de sí, la miró a los ojos- pero creo que vos te diste cuenta que sos más de lo que creías y que podes detener una pelea solo con tu presencia- le dijo mientras le guiñaba un ojo.

Ella recibió sus palabras como las plantas el rocío, con gratitud. Era vida, de nuevo vida a su cuerpo, a su sueños y sedante para el dolor. Ella recibió sus palabras mientras su cuerpo recibía su tacto.

- Gracias- era lo único que podía decir, sus ojos se anegaron y su sonrisa se acomodó en su labios
- Por ver esa sonrisa, cuando querás- a lo que los dos rieron. Que bien se sentía. Un rocío que saciaba un alma que lo esperaba: consuelo.



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